Tal parece que los claro-oscuros que se sitúan en las historias bíblicas, siguen haciendo
acto de presencia en las congregaciones fundamentalistas y legalistas del siglo XXI, pues
donde debería de predicarse un Dios de amor y libertad, se predica aún al Dios de guerra
y violencia; al Dios que exige sacrificios de Holocausto emocional y espiritual no importa
que sean hijos o esposa los que serán el objeto del holocausto. Se predica al Dios que
honra la vestimenta del varón por el simple hecho de ser él, pero condena abiertamente
que la mujer vista igual a su marido.
Al Dios que supuestamente le entregó el poder y
autoridad eclesial absoluta al hombre por el simple hecho de nacer varón, y excluye
abiertamente a la mujer por ser ella. Donde debería predicarse la inclusión y libertad que
Cristo dejó como estatuto; se trasgredió el mensaje original y han convertido los templos
en edificios con membresía elitista patriarcal, tugurios de muerte y santuario de Fariseos,
aquellos que predican la salvación del alma por medio de Cristo, han violado el mensaje
de amor del Nazareno, colgándolo en una cruz en cada sermón, en cada lectura bíblica,
y, quizá, cada vez que se abren las puertas del templo.
Aquellos líderes que predican en contra de la libertad de creencia, son los mismos que
usan los pasajes bíblicos más sangrientos para escupir sobre la dignidad de los más
vulnerables, condenando su status quo, como ejemplo, de lo miserable que se puede
llegar a vivir sin su Dios, cuando no se han dado cuenta que lo que condenan es el miedo
en el que realmente viven.
Dos de los relatos más sangrientos y tristes en el Antiguo Testamento (AT) son
precisamente hacia mujeres, la hija de Jefté y la mujer del levita. Mujeres, que no tienen
voz, voto, y su cuerpo y vida le pertenece a su padre y/o esposo. Ellas se convierten en
la voz de las mujeres que aún en este siglo siguen viviendo en la opresión del Dios
patriarcal. A la hija de Jefté, se le ofreció en sacrificio de holocausto para cumplir un voto
religioso hecho a Yahvé; aquel Yahvé que requirió la sangre de Isaac y le perdonó en el
último momento (en Génesis 22) es el mismo que reclama la sangre de la hija virgen de
Jefté, a diferencia de Abraham, a Jefté no se le pasó por alto su voto, no hubo
consideración alguna para llevar a la muerte a su única hija, si pudiéramos revivir en la
historia en el siglo XXI, pudiéramos considerar a un Jefté como líder eclesial o pastor
que ha hecho votos de consagración al mismo Dios violento del AT; quizá no habría
derramamiento de sangre, pero si holocausto emocional. Es de conocimiento público y
muy mencionado, las criticas abiertas que existen hacia las hijas de pastor (aunque los
hijos no quedan exentos), las hijas de pastor tienen mucho menos privilegios que los
hijos varones tan solo por su sexo, normalmente ellas son sacrificadas por su padre, y
quizá después por su esposo, en aras de una determinada concepción patriarcal de la
vida, aunque muchos hayan querido olvidarlo; son ellas quienes tienen que callar la
libertad por ser sumergidas en un mundo en el que no pidieron entrar, y son obligadas a
sostener ideologías enfermas para la exaltación varonil de aquel Dios de guerra al que
se predica.
Aún en estos tiempos desde los pulpitos hay quienes expresan que Dios les ha dado la
más grande victoria de la salvación, así que hemos de darle lo mejor de nuestra vida, y
eso incluye la vida de las hijas. Tal cual menciona Xabier Pikaza, en el capítulo 11 de su
libro Las mujeres de la biblia (en el cual está basado este ensayo) sostener votos
religiosos por lideres varones, ha costado la utilización y/o destrucción de las mujeres,
como supone el retrato ejemplar de la hija de Jefté.
En el presente, desde los pulpitos se ha mencionado la victoria que llego a Jefté, y se le
da muy poca importancia a la muerte de su hija, al contrario, ejemplifican sus vidas tal
cual fue la del guerrero de Galaad, ofreciendo sus más preciados tesoros, y en lugar de
cuestionarse el hecho, se exhorta a cumplir sacrificio en post de un Dios que, para darte
victoria, necesita lo más preciado de tu vida. Podríamos poner en duda que el voto se ha
hecho sin reflexionar, podemos suponer que quizá Jefté sabía quién saldría a recibirle,
pues era común que después de una victoria sonaran címbalos y se vivieran danzas, o
como Xabier Pikaza nos exhorta a cuestionar, quizá la hija sabía del juramento, y, a pesar
de ello, y por ello, es la primera en salir desafiando en esa forma a su padre y a su Dios,
con la esperanza quizá de que se retracte de su juramento.
Con la esperanza de que su
padre sea aquel que pueda protegerla de la violencia que se respira en el culto a Yahvé.
¿Es posible que un padre olvide la lealtad a su hija y la sacrifique? ¡Si, es posible! No
sólo vemos una historia bíblica, vemos una educación arraigada hasta nuestros tiempos,
donde Dios está por encima de todo, incluso de nosotros mismos, donde se ha educado
para aprovechar la vulnerabilidad de las mujeres al inculcarles la creencia de sujeción, y
poder ser exhibidas, sacrificadas y traicionadas desde los altares, ya sea exhibiendo un
error, sacrificando su libertad, o traicionando la confianza que ellas mismas depositaron
en el padre, con esperanza de ser protegidas.
Tal parece que ese Dios despiadado, el
cual habla la biblia en el AT sigue pidiendo sacrificios, sigue buscando ofrendas
humanas, sigue pidiendo el alma de las mujeres que han nacido en una creencia
misógina y patriarcal.
Ellas, cuando creen librarse de esas cadenas que llevaron durante toda su infancia, si
no se atreven a desafiar, vuelven a vivir el abuso de confianza que toda su vida las ha
rodeado, y su cuerpo espiritual vuelve a recibir heridas de aquel que debería llenarlas de
caricias y libertad.
Otro mensaje lleno de crueldad y humillación, predicado desde los altares ha sido el de
la esposa del Levita, ¿Qué mensaje de honor puede predicarse de un escrito lleno de
traición y humillación? (Jueces 19) Si bien, se predica la venganza en post de una muerte
encarnizada dada por el esposo, pues la violación al cuerpo de la mujer la ha hecho
menor que el chiquero donde se crían los cerdos.
La venganza que se pide en el capítulo 20 de Jueces, no es para honrar la memoria de
la concubina del hombre Levita, es para cobrar la deshonra que pudo cometerse hacia
él, hacia su cuerpo, pues era a quien querían ultrajar, y éste, tan cobardemente se
escondió tras el cuerpo de su mujer, cuando era él, quien debía de pelear por la vida y
dignidad de su concubina (ella es una Pilegesh o concubina, Jueces 19,1) quizá después
de esta cobardía podemos comprender un poco la posición de esta mujer al abandonar
a su esposo, pues ella había regresado a casa de su padre, al ser una esposa libre, la
ley le permitía retornar, sea cual fuere la razón por la que la concubina del levita decide
salir de sus tierras, éste va tras ella y quiere que vuelva de nuevo con él, a la tierra de
Efraín, volviendo al matrimonio viri-local (habitando en la casa del marido).
Cuando la
convence de regresar a su casa, es a mitad del camino cuando ocurren los hechos
lamentables que firmaron su sentencia de muerte.
A pesar de lo cruel que fue la muerte de esta mujer, y los motivos que la arrojaron a su
muerte, es posible que aún en estos tiempos sigan usándose contextos en donde es
preferible pisotear la dignidad femenina en aras de una protección masculina, sí, es
desde los altares donde se trasgrede la igualdad hacia los hogares, pues es donde se
predica que es al varón “cabeza del hogar” aquel que debe ser cubierto y protegido de
los ataques del enemigo.
Hay quienes dicen que la mujer sacrificó su cuerpo por salvar la dignidad de su esposo,
pero la historia bíblica no habla de los sentimientos de ella, sólo habla de la salvación de
él. Aquellos que presentan a la mujer en este contexto, son los mismos pseudo líderes
que expresan su machismo abiertamente, y hasta estas fechas denigran a la mujer sin
importar si tiene lazos familiares con él.
Esos mismos que quieren utilizar a la concubina
del levita como un ejemplo de comportamiento sobre lo que la mujer “debería” hacer para
defender al hombre con el que está. Esos mismos autoproclamados enviados de la
divinidad, han olvidado lo que el Jesus histórico dijo con respecto al amor y la libertad,
siguen utilizando la vulnerabilidad y la confianza que se pone en ellos para servirse de
los más necesitados.
Al igual sucede con la mujer al amanecer, que es ignorada y no se le atiende sus heridas,
sino que al contrario es cortada en 12 pedazos, es lo que ocurre metafóricamente con
los grupos más vulnerables dentro de la iglesia, no se les permite libertad de creencia, al
contrario, se les ha de condenar duramente si no se está de acuerdo con lo que se
predica y se usa como ejemplo para causar miedo al resto de la grey.
Es repulsivo que
aquellos que deberían de sostener a la iglesia actual, y servir para ella; hayan violado la
paz que debería sentirse en los altares. Hablan de amor y fomentan el odio, de ese tan
afamado libre albedrio siempre y cuando sea el que este bien para ellos, hablan de
dignidad y en cuanto tienen oportunidad pisan la dignidad del que se deje, sobre todo de
las mujeres ¡ya basta!
Lamentablemente aquellos que puedan leer estas palabras han de juzgar sin ningún tipo
de misericordia, no son capaces de cuestionar si su liderazgo está bien encaminado o
se ha convertido en una tiranía para servir a sus propios intereses, dígase económicos,
viriles, o morales. Es más fácil de creer que quien se opone a su tiranía es un enviado
de satán, que tomarse un minuto para reflexionar a los actos inhumanos a los que se
intenta normalizar.
Tras los pulpitos se predica la teología del miedo, de la injusticia, del dolor y la
humillación, una hermenéutica dolorosa y de sacrificio es obligada a ser conjurada para
cada una de las mujeres que escuchan y son educadas en la misoginia bíblica, los relatos
arriba mencionados no deberían de usarse como símbolos de victoria, ni educación, sino
como advertencias de que quien te usa como escudo y ofrenda para un sacrificio, no es
digno de tener algo de ti.
Génesis Amayrani Garza
Diplomado en Hermenéutica feminista
Teólogas e investigadoras feministas de México
Modulo 3. Tradiciones Judías en torno a la mujer; tradiciones opresivas.
Xabier Pikaza, “Un claro-oscuro: Sacrificar mujeres, socorrer viudas”, en Mujeres de la Biblia Judía, Clíe, Barcelona, 2013, pp. 203-228
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